jueves, 31 de octubre de 2013

Descubierto un nuevo mecanismo molecular que incrementa el apetito en las personas obesas

A pesar de sus esfuerzos, muchas personas con obesidad mórbida siguen consumiendo demasiada comida (hiperfagia) a pesar de tener una gran reserva energética que cubre sus necesidades. Y, sin embargo, la hormona del hambre, denominada Ghrelina, se encuentra con alta frecuencia en niveles normales o incluso más bajos en estos pacientes. La Unidad de "Nutrición, inflamación y disfunción del eje gastro-cerebral" de la Universidad de Rouen, acaba de explicar el mecanismo que causa esta hiperfagia paradójica. Ciertos anticuerpos tienen una mayor afinidad por la Ghrelina en pacientes obesos, que conduce a la estimulación del apetito aumentada.
Estos resultados se han publicado en la revista Nature Communications.
La obesidad afecta a más del 15% de los adultos en Francia, y sus mecanismos constitutivos todavía no están completamente explicado. Normalmente, el control fino de peso y la ingesta de alimentos es coordinado por una parte especializada del cerebro denominada hipotálamo. La ingesta de alimentos se ajusta de una manera precisa en función de las reservas y las necesidades energéticas. De esta manera, después de un periodo de ingesta excesiva de alimentos, que conlleva un aumento de peso, un sujeto sano tenderá espontáneamente a reducir su ingesta de alimentos durante un tiempo para volver a su peso anterior.
En muchos de los obesos mórbidos, este mecanismo es defectuoso: a pesar de sus esfuerzos, siguen consumiendo demasiada comida, contribuyendo a mantener un peso superior o incluso aumentarlo aún más. Aun así, el cerebro debe tener la información sobre el exceso de ingesta y reducir la ingesta de alimentos para fomentar la pérdida de peso. Esta observación es aún más sorprendente dado que la Ghrelina, conocida como la hormona del hambre,  producida por el estómago y que actúa sobre el hipotálamo, en pacientes obesos presenta niveles normales o ligeramente reducidos.
El estudio realizado por Sergueï Fetissov y el equipo de la Universidad de Rouen, dirigido por Pierre Déchelotte, y en colaboración con el equipo del profesor Akio Inui de la Universidad de Kagoshima (Japón), revela el mecanismo molecular de esta hiperfagia paradójica.
Los investigadores han puesto de manifiesto la presencia de anticuerpos específicos,  en la sangre de los pacientes obesos, que reconocen la Ghrelina y regulan el apetito.
Al unirse a la Ghrelina, las inmunoglobulinas protegen a esta hormona de que se descomponga rápidamente en el torrente sanguíneo; de tal manera que esta hormona puede actuar sobre el el hipotálamo durante más tiempo sin ser degradada, estimulando así el apetito.
"Estos anticuerpos tienen diferentes características en los pacientes obesos", explica Serguei Fetissov, de la Universidad de Rouen y principal autor del estudio. "Estos presentan una mayor afinidad por la Ghrelina que en los sujetos de peso normal, siendo este aumento en la afinidad lo que permite que se transporte más Ghrelina al cerebro, aumentando así su acción estimulante de la ingesta de alimentos”.
El equipo de investigación ha confirmado este mecanismo realizando experimentos en roedores, en donde al administrar la Ghrelina en combinación con inmunoglobulinas extraídas de la sangre de los pacientes obesos, o con inmunoglobulinas derivadas de ratones genéticamente obesos, estimula la ingesta de alimentos con más fuerza. Por el contrario, cuando se administró la Ghrelina sola, o combinada con inmunoglobulinas de las personas no obesas o con inmunoglobulinas de ratones normales, los roedores son más capaces de regular el apetito mediante la restricción de la ingesta de alimentos.
"Nuestro descubrimiento abre una nueva oportunidad en el diseño de tratamientos para actuar sobre sobre la base de este mecanismo con el objetivo de reducir la hiperfagia observa en los casos de obesidad", subraya Pierre Déchelotte.
Este estudio se extiende a otro trabajo de este equipo de investigación, publicado en 2011, sobre el papel de las inmunoglobulinas que interfieren con las diferentes hormonas que actúan sobre el apetito, la saciedad o la ansiedad en los casos de anorexia, bulimia o depresión, y sobre la probable participación de la microbiota intestinal en estas interacciones.
"Nuestros resultados también se podrían utilizar para estudiar el fenómeno opuesto, es decir, la pérdida de apetito, tal como se observa en los casos de anorexia," concluye Pierre Déchelotte.


Fuente: ScienceDaily

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